Más de doscientos años de historia tiene el único café que se produce en España y en Europa. Este continente, que es uno de los grandes consumidores de café, no reúne las condiciones climatológicas adecuadas para producirlo, excepto en una zona: las Islas Canarias.

El café en las Islas Canarias

En 1788 se introdujo el café en las Islas Canarias, con la creación del Jardín Botánico de La Orotava en Tenerife y desde ahí, en 1882, pasó al valle de Agaete, un pequeño valle del noroeste de Gran Canaria. Durante casi doscientos años había una producción residual y casi llegó a perderse en el año 2000, porque era un proceso muy trabajoso y costoso, por la cantidad de mano de obra que se necesitaba. Sin embargo, algunos agricultores, apoyados por la administración, decidieron apostar por su cultivo, en principio como ingreso extra a los productos que cultivaban. Y la producción se multiplicó por diez y además se convirtió en un reclamo turístico muy importante para la zona.

El clima tropical del valle, donde los termómetros no bajan de los 18 ó 17 grados centígrados y es una zona más húmeda que el resto de la isla, ofrecen una temperatura muy favorable para los cafetales. El café se cultiva bajo la sombra de naranjos y árboles tropicales y a solo 400 metros de altitud (en otras zonas se necesitan de 800 a 1.300 metros). Además el suelo es volcánico y muy fértil.

¿El resultado? Un café arábica, de la variedad typica, muy aromático, dulce y afrutado, con una baja dosis de acidez y amargor, mucha persistencia en la boca y muy apreciado por su calidad. Está considerado un producto exquisito y como su producción es muy pequeña, unas tres toneladas, el precio del kilo de café ronda los 60 euros.

Entre las características del Café de Agaete destaca que la variedad de arábica que producen, la variedad typica, es una de las más antiguas y exquisitas, pero también una de las más delicadas, ya que es muy vulnerable a las plagas y por eso está en desuso en muchos países productores. Sin embargo, el aislado microclima de Agaete mantiene el cafeto alejado de las plagas y permite realizar un cultivo ecológico. Además en Agaete el café se recolecta a mano, seleccionándolos uno a uno en su momento óptimo de madurez. Y los secaderos son mesas de madera con bandejas puestas al sol, con cubierta de cristal, y que se van moviendo a lo largo del día para evitar las sombras. Todo el proceso es artesanal, solo se introducen las máquinas en la parte final del proceso de tostado.

Ahora, estos cultivos del valle de Agaete se han convertido en un reclamo turístico cada vez más atractivo para los visitantes de las islas. Por el cafetal desfilan alrededor de 40.000 visitantes todos los años que quieren conocer las plantaciones y todo el proceso de producción, desde el secado del grano, el tostado hasta el molido del café. Y luego disfrutar de una buena taza de esta bebida tan exclusiva. Una experiencia cultural muy interesante que además está generando un importante negocio en la zona.

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